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Auditorías privadas no son sustituto de sindicatos fuertes y reglamentación estricta

24.09.12 Editorial
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La fábrica textil de Karachi, Pakistán en la cual cerca de 300 trabajadores murieron quemados el 12 de setiembre pasado, había recibido apenas unas semanas antes la codiciada certificación de Responsabilidad Social Internacional SA8000, indicando que se ajustaba a las condiciones laborales y normas de seguridad. La empresa italiana que realizó la auditoría, previamente había emitido 540 certificaciones, incluidas 100 en Pakistán.

Los gerentes siempre intentarán entrenar a los trabajadores y trabajadoras sobre cómo responder a las auditorías. Pero la fábrica de Karachi tenía 250 trabajadores/as registrados ante las autoridades públicas, cuando en realidad empleaba casi mil personas. Se pueden abrir las puertas el día de la inspección, pero la fábrica no posee salidas de emergencia. Ninguna fábrica de Karachi ha recibido una inspección eléctrica por lo menos durante los últimos 9 años. Todo esto escapó, de algún modo, a la atención de los auditores que pasaron 4 días en la planta operando según lo que se consideran las más altas normas internacionales.

Del mismo modo que en las notorias fábricas Foxconn de China donde los auditores no lograron detectar lugares de trabajo tóxicos, el trabajo infantil y la excesiva extensión de tiempo extra, la fábrica de Karachi también había sido sometida previamente a una auditoria. El saldo de estas auditorías han sido cientos de vidas.

SA 8000 ha suspendido a los auditores y está intentando, según el Director Ejecutivo, “averiguar qué salió mal”. Pero lo que salió mal y continuará saliendo trágicamente mal es la comercialización de certificaciones financiadas por las empresas que sustituyen a los comités de salud y seguridad de los trabajadores/as arraigados en sindicatos independientes y a la vigorosa aplicación estatal de leyes y reglamentaciones de seguridad rigurosas sobre los lugares de trabajo.

El incendio de Karachi inevitablemente evoca el recuerdo del conocido incendio de la Triangle Shirtwaist Company de Nueva York que en 1911 mató a 146 trabajadoras del sector indumentaria. Las puertas de la fábrica Triangle, como las de las empresas Ali de Karachi, estaban cerradas con llave. Los gerentes dijeron que se debía a los robos. Los trabajadores sabían que era para no permitir entrar a los organizadores sindicales.

La indignación pública ante el incendio de Triangle llevó a la promulgación de importante legislación sobre seguridad. El horror vivido en Karachi muestra – de nuevo – que no se puede permitir que la responsabilidad pública, las normas estrictas y sindicatos fuertes sean reemplazados por los esquemas de “responsabilidad“ privada en el lugar de trabajo.